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Sumisión

Os dejo el relato de las experiencias que hemos tenido hasta el momento mi nuevo perrito Lamesuelas y yo. Escrito por él mismo.

Hacía un tiempo que le daba vueltas, y por fin, se lo comenté.

Habíamos "jugado" algunas veces por skype, pero simplemente escribiendo, dentro de nuestros roles, ella de Ama y yo de sumiso.

—Oye, me gustaría llevar una fantasía a cabo, contando con tu colaboración.

—Vale, me parece bien.

Acordamos el tributo necesario para este caso y llegó el día que habíamos acordado.

La fantasía consistía en "ser ignorado", durante un tiempo, mientras ella podía verme, y yo a ella no. Podía hacer lo que en ese momento quisiera, mientras yo, debía adoptar unas órdenes.

—Hola perro, estás preparado?

—Sí, Ama.

—Muy bien, quiero que te desnudes, que te coloques dos pinzas en uno de los pezones. Las iremos cambiando, que es cuando duele.

—Colócate la mordaza en la boca también y ponte la correa en la ridícula polla y los huevos.

Hice lo que me ordenó.

—Ahora, así de pie, pon los brazos en cruz ajjajajjajajaa

Adopté la postura en cuestión y cada vez que iba bajando los brazos, ella me decía que los subiera.

—A ver cuanto aguantas! jajajajajaja, tendrías que verte, además se te va cayendo la babita como a un perrito jajajajajaa

Finalmente aguanté unos 15 minutos, pues estar con los brazos en cruz, no es tarea fácil.


Pasaron algunos días, y volvimos a pactar una cyber sesión.

En aquella ocasión, me dio otras indicaciones.

—Quiero que te pongas el collar de perro, atado a algún lugar, la cadena que te ate la polla y los huevos, y dos pinzas en cada pezón. En los huevos cuatro y, obviamente de rodillas, y con los brazos detrás de la nuca.

Me puse en la posición que me ordenó y pasaron algunos minutos.

Estaba allí, delante de ella, de la cual sólo veía el torso y parte de la barbilla, pero era suficiente.

Sin apenas pensarlo, había caído en sus redes.

—Mmmmm tendrías que verte, tan entregado y humillado, me encanta.

—Quieres tocarte perrito?

—Sí, Ama.

—Con una condición. Tienes que masturbarte así como estás.

Empecé a masturbarme y las pinzas de los huevos se iban tocando entre ellas.

—Te queda poco tiempo, si no te corres en ese tiempo, no podrás hacerlo jajaaaaja

Apretaba los dientes y seguía con movimientos suaves pero me dolía.

—Ama por favor, déjeme quitar las pinzas.

—Mmmm bueno, está bien, pero ponte una en la lengua jajajajajaja

Finalmente me corrí y le di las gracias a mi Ama.


Ella marchó unos días fuera pero recibí un mail con instrucciones para autocastigarme.

El mail decía esto:


"Te voy a decir en qué posición te quiero durante el tiempo que aguantes (que me tendrás que decir cuánto ha sido después). Vas a coger el bocado que fabricaste, que me gustó esa idea mucho. Además se te cae la babita y es aún más patético. Un par de pinzas en los pezones pero las dos en el mismo y las vas cambiando de uno a otro cada 5 minutos o así. Ya sabes, para que duela. En los huevos vas a poner otra que irás poniendo y quitando pero esa la vas a dejar más tiempo. En torno a 10 minutos con ella y descansas uno o dos como mucho. En tu pollita patética quiero la correa pero bien apretada, eh? Cojín al suelo para que tus rodillas no sufran demasiado (en el fondo soy buena contigo, has visto?). Rodillas al suelo. Ahora vienen los brazos: los vas a poner detrás de la nuca cuando tengas las pinzas en el pezón derecho, y en cruz (como el primer día) cuando las tengas en el izquierdo. O sea, 5 minutos nuca y 5 minutos en cruz. Cuando estés en la posición, pones el cronómetro en el móvil y así sabré cuánto tiempo has aguantado exactamente. Sé que no harás trampas porque eres un buen perrito, verdad?"


Esta tercera vez en pocos días, marcará un antes y un después.

Me propuso que iba a "cenar" lo que yo merecía y que ella elaboraría el menú.

Fui al supermercado y desde allí, le escribí.

—Ya estoy en el supermercado, Ama.

—Muy bien, has sido rápido. Acércate donde están las latas de comida.

Me fui a las estanterías donde había producto ya preparado.

—Mmmm déjame ver, coge esas albóndigas, las más baratas, sí esas.

—Y ahora ve a la sección donde venden las latas para mascotas, jajajajaja

—Pero Ama, yo...

—Qué te pasa? Es que no eres acaso mi perro? Mándame la foto de la estantería.

—Sí, Ama.

—A ver, a ver, coge la de arriba, la del perrito blanco.

Tomé aquellas dos latas y me fui para casa.

Una vez allí, conecté la cam.

—Hola perrito. Quiero que cojas un rotulador y escribas mi nombre en tu pecho, para saber a quien perteneces. Después quiero cuatro pinzas en cada pezón que iremos quitando, que es cuando duele. El collar en el cuello, la correa para tus huevos. Ahora a cenar..ajjajajaja. Pon el plato en el suelo y abre la lata de las albóndigas. Echa la mitad en el plato. Ahora come como lo que eres, un perro jajajajajaaja. Está bueno?

—Sí, Ama, gracias por alimentarme.

—De nada chucho, pero no vaya a ser que te siente mal esta comida. Abre la lata de tu comida. Huélela. A qué huele?

—Huele como a paté, Ama.

Echa la mitad en el plato y come de ella.

Estaba algo asustado y confuso. Cómo había conseguido aquella dulce muchacha, sólo con su voz, llevarme hasta tal estado?

Iba a comer de rodillas, del suelo, comida para perros!

Agaché la cabeza y la comí, no sabía mal.

—Mmmmmm qué rico, verdad? jajajajaja ahora mezcla las dos y come un poco más, así tendrás tu premio.

—Si estuviera ahí escupiría y me mearía en tu comida. Te gustaría?

—Sí, Ama, me encantaría.

Comí dos o tres bocados más.

—Basta! Ahora empieza a tocarte y quítate dos pinzas de cada pezón. Duele?

—Un poco Ama, pero gracias.

—Vamos que no tengo todo el día, y quiero que te corras en el plato, ni una gota fuera.

Finalmente, humillado, vejado, pero feliz, me corrí abundantemente en el plato.


Habían pasado no más de tres horas y recibí un mensaje.

—Quiero que te vuelvas a humillar ante mí, y ver si eres capaz de correrte de nuevo para el disfrute de tu Ama.

—Te quiero como siempre en cinco minutos.

Conecté de nuevo la cam.

—Mmmmm ya estás excitado?

Llevaba una especie de mordaza, que no era más que una bola, de esas con las que juegan los gatos con un cascabel dentro.

—Di que sí con la cabeza para que suene la campanita jajaajjaja

—No la oigo, pero me creo que suena. Estás dispuesto a correrte de nuevo, esclavo?

Asentí tan fuerte como podía para hacer sonar el cascabel.

—Bueno, pero quiero que te corras, mmmm. Túmbate en el suelo, boca arriba, levanta las piernas y apóyalas en la pared o sobre la cama y levanta la cadera. Ahora pajéate como un perro y córrete encima tuyo. jajaajjaj

Adopté aquella postura para seguir las órdenes que me había dado.

—Coge la tablet con la otra mano porque quiero ver como te cae la leche encima, vamos perro.

Finalmente, y por segunda vez en poco tiempo, derramé la leche. Esta vez sobre mí, tremendamente excitado, y entregado a ella, cada vez más y más.

—Muy bien perrito, hoy dormirás como un bebé.

—Muchas gracias Ama por educarme. A sus pies. Que descanse.

—Buenas noches perro. Tendrás noticias mías pronto. A Mis Pies

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