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La Zorrita Britney - Capítulo 3: El concierto

  • Zorrita Britney
  • Mar 4, 2017
  • 3 min read

A lo largo de mi vida he ido a muchos conciertos. Siempre me ha gustado el ambiente, el ruido atronador que te aísla de todo, la mezcla de sudor y cerveza, el momento de euforia cuando suena el primer acorde de tu tema preferido y la sensación dulce de aturdimiento después del último bis. En los mejores no es aturdimiento: se te funden los plomos y eres incapaz de escapar de la nube de decibelios durante días. Esta vez también he disfrutado, pero ha sido muy diferente. Aunque también he acabado empapada, el sudor era solo mío. Aunque también he perdido el mundo de vista, no ha sido por la electricidad y el alcohol. La entrada del concierto ha sido mi regalo de cumpleaños para mi Dueña: es Su grupo favorito y no Se lo iba a perder. Como en cada concierto a que he asistido, Le he pedido que también Se compre una camiseta. A mi cuenta, por supuesto. Como el concierto es fuera, no espero tener noticias Suyas hasta la vuelta. Por fortuna, me he equivocado. Esta mañana, cuando ya estaba en el trabajo, he visto la luz azul del móvil. Azul es Ella, así que no he podido evitar sonreír y abrir Su mensaje atropelladamente. «Hola, zorrita. Tengo conexión por un ratito. ¿Dónde estás?». Respondo rápidamente y... «Bien, pues ves al baño. Tengo algo para ti.» Me falta tiempo para obedecer. Cuando La aviso, me da instrucciones precisas. «Vas a bajarte los pantalones y vas a tocarte hasta que estés muy empalmada, pero no te vas a correr. Cuando estés a punto, te vistes, me mandas una foto para comprobar cómo se te nota la erección y sales a seguir trabajando. Toma, para ayudarte». Lo que sigue es una foto que atesoro: sostén negro de tachuelas, labios entreabiertos, laca de uñas negra y un dedo obsceno dirigido a la cámara. Al pie de la foto «Preparándome para esta noche». No me cuesta nada obedecer, aunque para cuando paro de tocarme ya estoy húmeda y dejo una pequeña mancha en la ropa interior. Poco rato después, aún caliente delante del ordenador, recibo otro mensaje «espero que aún te dure... porque cada vez que notes que te baja la excitación vas a pensar en mí y, si lo necesitas, vas a volver al baño, zorra. Pero nada de correrte. Me voy.» Paso el día con la mente en Su foto, en Sus labios, con un nivel de excitación más que evidente. Cuando vuelvo a casa empiezo a tener un ligero dolor, dulce y suave. Durante el trayecto he recibido un nuevo mensaje. «No dudo que me habrás hecho caso. Si has conseguido mantener la calentura todo el día, zorra, aliviate y acaba cuando tengas un momento. Hazlo rápido y me mandas un mensaje con el tiempo». Un minuto y veinte segundos. Eso consigo aguantar con esa foto y esas palabras. Acabo sudada y roja, pero feliz y agradecida. Se lo digo, pero no recibo respuesta. Por la noche, la mente se me sigue yendo tras Ella. La imagino en la sala, como un imán para las miradas, disfrutando de la música y los músicos, sudada y con el olor ácido del cuero de Su sujetador. Casi noto el arañazo de las tachuelas en mi piel, de las uñas pintadas de negro. Me alegro de haberle hecho el regalo. Hacia las diez, un último mensaje. Vuelve a tener conexión brevemente. Leo con avidez. «¡Jajajaja! ¡No has llegado ni a un minuto y medio! Eres una zorra tan dulce y tan patética... anda, a ver si ahora lo haces mejor... no te contestaré ya más, pero dime cuánto tardas esta vez, putita insaciable.». Sigue una foto con Su camiseta nueva, los mismos labios que me vuelven loca, un escote que me hace perder el sentido del bien y del mal y, de nuevo, ese dedo maravillosamente cruel y certeros que me dice claramente lo patética que soy.

No puedo resistirme. Aunque después de todo el día ahora me cuesta y aunque sé que mañana me molestará, no puedo pararme. Gimo mirando Sus fotos y resoplo de placer leyendo Sus palabras. Después de apenas cinco minutos estoy empapada en sudor y me derramo sobre mi vientre mientras me acaricio el pecho y juego con mi ano. Gracias, Diosa.

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